Era el dÃa de nochebuena, y yo acababa de entrar a Ecuador por el norte (Ibarra). Aunque no quisiese pensarlo mucho, si notaba cierta presión (felicitaciones que me deseaban que lo pasase bien con la familia, la familia preguntándome qué iba a hacer)… Y yo sin ni siquiera un lugar donde pasar la noche.

Al final decidà jugármela y me subà bien tempranito a La Esperanza, una aldea de camino al volcán Imbabura (4603m). No sabÃa siquiera si iba a encontrar un alojamiento abierto, pero al menos pasarÃa un dÃa entretenido intentando hacer cima. Pues bien, parece que soy como los gatos, que siempre caigo de pie. La buena suerte nunca me abandona, y a veces incluso me brinda encuentros únicos y maravillosos. De esos por los que vale la pena viajar. Asà fué como conocà a Aida y esta es su fascinante historia.

Aida es una abuelita de 79 años, adorable, con buen corazón y que exuda amabilidad y comprensión. Se convirtió, por caprichos del destino, en la pionera del turismo de esta zona. CorrÃan los años 70, y un grupo de hippies aparecieron de la nada y se instalaron en el descampado frente a su casa. ImagÃnate la escena, en aquella época, en una aldea pobre y rural en Ecuador, y que de pronto llega un grupo de melenudos sucios con pantalones de colores que dormÃan en carpas de plástico: «ladrones seguro» pensaron todos. Todos menos Aida.

Al dÃa siguiente se armó de valor y se acercó a hablar con ellos. Eran italianos (y «ellas bien bonitas»). Le dió pena y los invitó a acampar en el patio de su casa, más resguardado del frÃo. Lo limpiaron y ahà se quedaron 10 dÃas. Antes de irse hicieron una colecta (una fortuna para la época), y le sugirieron que montase un albergue, que ellos mismos seencargarÃan de promocionarlo. En los alrededores habÃa setas mágicas, y la hospitalidad de Aida que no juzga a nadie, hacÃan el resto.

2 semanas después aparecieron 35. La casa de Aida no tenÃa ni baño, y estos mismos se lo construyeron. Desde entonces, casa Aida se convirtió en un destino hippie por excelencia. Por aquà pasó Bob Dylan, «que tocaba l a guitarra en el jardin». Y hasta Manu Chao. Me contó varias historias (quiere escribir un libro asà que no te puedo dar muchos detalles): las envidias de los vecinos, solicitudes de matrimonio de japoneses e israelies, investigaciones de la gestapo, el dÃa que noqueó a un sargento, el doctor-espÃa que envió el gobierno para poderle cerrar el albergue…

Aida es un libro de anécdotas sin fin, y su visión entrañable y amable la convierten en una persona muy especial. Yo mismo, después de hacer cima en el volcán, pude disfrutar de ello. Me invitó a cenar con su familia y cocinó un verdadero festÃn de Nochebuena. Mejor imposible.