China es fascinante. Y enorme. Estuve 30 dÃas en Diciembre que me han dejado tan buen sabor de boca que es muy probable que regrese a finales de este mes de Febrero.
El trayecto final en Rusia y Mongolia ya fueron mostrando indicios de la identidad y del exotismo asiáticos. Pero China quedará para siempre como mi primera inmersión seria en el lejano oriente.
Puede resultar obvio que lo mencione, pero todo es tan diferente: las tradiciones, la comida, el comportamiento, la religión, el lenguaje. Mis dÃas allà se conviertieron en un descubrimiento constante de nuevos sabores, olores, formas y gestos. Además la gente es muy amable (y curiosa – incontable el número de veces que me pidieron tomarme fotos con ellos), con lo que explorar y aprender se vuelven acciones accesibles e inevitables.
Para empezar le dediqué 10 dÃas a Pekin. Paseos interminables por la ciudad intentando perderme (ha sido el primer lugar que me ha dejado con dolor de pies al acabar la jornada), disfrutando con los puestos de comida callejera que es sensacional y muy sabrosa (mi estómago, que parece estar forrado de acero, por ahora, no se queja). Pasé por la impresionante ciudad prohibida, el complejo de palacios donde residÃa el emperador y la corte (incluidas las concubinas, algunas de las cuales eran seleccionadas a través de primigenios concursos de belleza). Descansé en parques enormes y muy bellos (sobre todo el palacio de verano y el templo del cielo), donde la gente mayor se congrega para practicar su afición favorita (taichi, salsa, yoyo, cometa, flauta, pingpong, cartas, domino, kung-fu… de todo se ve). Me perdà en los hutongs, barrios laberÃnticos de casas viejas en bajo y baños públicos que se localizan por el odor. Caminé unos cuantos kilómetros en una solitaria gran muralla que se pierde literalmente de vista (por cierto, que la muralla no sirvió de mucho – Gengis kan desde Mongolia la burló, y dominó China durante un siglo enterito). Sobrevivà a centros comerciales para volverse loco (mercado de la seda y de la perla) con varias plantas de puestos uno tras otro, gritos, regateos y las mejores falsificaciones del mundo. Fué una sorpresa encontrar edificios ultramodernos como el complejo olÃmpico o los rascacielos de los distritos de negocios.
Después de la capital me fuà en busca de ambientes algo más rurales hacia la parte central del paÃs.
Muy bonitas las grutas budistas (Datong, Leshan o Luoyang) que consisten en miles de estatuas de buda (desde varios centÃmetros hasta más de 70 metros) talladas directamente sobre la roca en la colina.
Pingyao encajó con la imagen romántica que tenÃa de una ciudad china antigua. Protegida por una muralla aún en pie, ha guardado la apariencia y el ritmo tranquilo de antaño: casas con patio interior, calles de artesanos, tejas grises, farolillos rojos, templos de Confucio, hornos de leña.
Tuvé un dÃa maravilloso de senderismo en la montaña sagrada de Hua Shan, donde hay un templo en cada uno de los 5 picos principales, a los que se accede por de peldaños de granito entre pinos y acantilados vertiginosos.
En Xian, además del ejército de soldados de terracota (increible que tengan más de 2000 años), me resultó muy sugerente la influencia árabe que data de la época de la ruta de la seda, y que se deja ver en mezquitas, turbantes, cominos, kebaps de cordero y mercadillos que parecen zocos, vendiendo desde pájaros en jaulas artesanales a remedios milagrosos, pasando por fruta y viagra.
Continué hasta Chengdu en Sichuan, reputada por la comida muy muy muy picante (de la que doy fé, yo y mi ausencia del sentido del gusto durante un par de dÃas) y por el centro de crÃa de pandas (sabÃas que cuando nacen pesan apenas 200 gramos, no tienen pelo y son tan feos que incluso la mama panda primeriza se asusta y no los quiere?)
Descendà hasta Chongqing, de la que seguramente no hayas oÃdo hablar jamás (era mi caso) pero que resulta ser una urbe con mas de 31 millones de personas (casi na’) y que tiene el encanto de ser caótica, sucia, infestada de rascacielos y mercados callejeros a partes iguales que atestiguan la falta absoluta de orden y concierto.
Desde allà tomé el crucero de 4 dÃas que surca el rÃo Yangstze (el tercero más largo del mundo). El tiempo no acompañó y la niebla habÃa veces que no nos dejaba ver ni las orillas. Si a ésto le añades que donde antes habÃa gargantas espectaculares ahora hay agua (anegadas tras la construcción de la presa más grande del mundo), pues nos queda un panorama mas bien anodino. Sin embargo, al ser yo «casi» el único extranjero a bordo (también habÃa una pareja, pero no salieron mucho de su camarote privado) no tuve un solo momento de tranquilidad.
DivertidÃsimo y muy interesante el tiempo que pasé con los «locales».
Como te decÃa al principio, muchÃsimas cosas que hacer y descubrir. !Quiero más!
Saludos desde Pusan (en Corea del Sur)
Album de Fotos de China en Flickr