Me encantarÃa poder transmitir uno de mis dÃas, uno de esos en los que la palabra VIAJE recupera su significado explÃcito.
Esto ocurrió en el litoral del mar Negro, entre Rumania y Bulgaria, a mediados de mayo. Me levanto a las 6:20 en Maliuc. Recojo la tienda de campaña (habÃa pasado la noche en el jardÃn de la Parroquia) y hago la mochila. A los 9 tomo el ferry fluvial (que llega con una hora de retraso) hasta Tulcea, ambos aún en el delta del Danubio. Sobre las 11 llego a Tulcea, donde cojo un bus al mediodÃa hasta Constanta. Allà tengo que cambiar de estación, con otro bus local, lo que aprovecho para tomar el primer bocado de la mañana (un pastel salado de queso y un plátano).
Finalmente a las 15 tomo el que iba a ser mi último bus hasta Eforie Sud, donde pensaba pasar la noche en un hostel. En una de esos interrogatorios a los locales, un profesor de autoescuela que estaba dando clases (es decir, el alumno iba conduciendo), se ofrece a llevarme hasta el hostel, pero en su lugar me deja a las afueras del pueblo en un restaurante. Vete tú a saber por qué. Asumo, por agotamiento, que el hostel no existe y decido ipso facto continuar hacia el sur, hasta Bulgaria.
El tiempo comienza a jugar en mi contra. Vuelvo a pata hasta el centro (mochila, sol, asfalto, horas de viaje…). Por el camino me recoge (a dedo) un rumano que lleva 6 horas conduciendo desde Bucarest y viene quemadito con las mujeres al volante (que si no están atentas a la carretera, que si están pensando en que van a hacer de comer o en que par de zapatos se van a comprar… machote estándar, pero me parto de risa con él).
Me deja en Mangalia, donde otro bus local me lleva hasta la frontera que cruzo a pie. Los de la aduana son hinchas del Madrid (pin en la solapa incluido), asà que paso sin ningún problema. Cambio dinero: Leus por Levs. Una vez en el lado búlgaro, me toca esperar a que alguien me quiera llevar (no hay transporte público, y mi objetivo, Varna, no sé ni a cuánto está).
Ni 5 minutos después, sobre las 18, un autobús cargado de Turcos y Gitanos, con dirección a Estambúl, se ofrece a llevarme (regateo incluido, como mandan los cánones). Dentro del bus el ambiente es de pelÃcula de Buñuel: todos fumando, gritando y bebiendo cerveza (creo que están incluidas en el precio porque se las sirve el chico-para-todo del autobús).
La gitana de la fila del al lado, que ya ocupa dos asientos, me dice que necesita un tercero (justo el que esta a mi derecha) para poner los pies descalzos. Cuando le digo que ni de coña, me dice, con el cigarro en los labios, que necesita estirarse porque esta embarazada. Jiji…esa no me la esperaba. Chapeau! Hay que reconocer que tienen tablas!! En mitad de ninguna parte, el bus se para en el arcén y unos cuantos se bajan a mearla. El chico del bus aprovecha para vaciar, allà mismo!, las 3 papeleras rebosantes de basura y botellas. Quién da más?
A eso de las 20 llego a Varna. El bus me deja a 5 minutos del hostel que localizo con la ayuda de un tÃo que me vio un poco despistado. Ducha rápida y a las 21 ya estoy en un chiringo de playa en el mar negro tomándome unas cervezas y cenando con varios mochileros… ufff!!!
No todos los dÃas son tan intensos, pero como decÃa Manolo GarcÃa ‘Prefiero el trapecio, para verlas venir en movimiento’
Saludos Paco (desde Viena)