A mediados de Agosto, incluso para mÃ, la idea de continuar hacia el sudoeste americano (Arizona, Nevada, Nuevo México… puro desierto), parecÃa descabellada. Asà que ni corto ni perezoso me pillé un vuelo y aterricé en la gran isla de Hawaii.

Aunque no te lo creas, Hawaii no es sólo playas. De hecho lo que más me ilusionaba de Hawaii era ver un volcán en erupción, la lava fluyendo y quebrándose, acercarme hasta que se me quemasen las pestañas. Es claramente otra de mis fijaciones. No pasa mes que no lea que alguno de los volcanes que ya he visitado (Indonesia, Filipinas, Nicaragua…) ha entrado en erupción;pero nunca he tenido la suerte de estar en ese momento justo. Se me resiste (como encontrarme un oso).

Lo primero que me gustó de Hawaii es que el agua estaba siempre a la temperatura ideal para bañarse (nada que ver con los gélidos lagos glaciares y la costa pacÃfica de EEUU de donde venÃa). Además, como regalo adicional, habÃa corales, peces tropicales y tortugas. ¡HacÃa tanto tiempo que no nadaba en un sitio asÃ!
Otra buena sorpresa fueron los locales. Muy majetes, medio hippies (al menos los que dormÃan en las playas como yo), relajados, siempre dispuestos a compartir y ayudar. En Halepe, sin lugar a dudas el secreto mejor guardado de Hawaii (una playa remota con varias lagunas turquesa, arena blanca, palmeras y una grieta volcánica con agua dulce) me encontré a un grupo de sesentones muy enrollados que me recibieron con los brazos abiertos (ellos pescaban y yo abrÃa cocos) y terminé quedándome con ellos, disfrutando de una hospitalidad genuÃna y sincera (y del ceviche más fresco que he comido en mi vida).

El volcán (Kilulea) estaba activo, pero ya sabeis como son los americanos, tan sobreprotectores ellos, que no hubo manera de acercarme mucho (y obvio que lo intenté, pero estaban muy vigilados los accesos). Durante el dÃa se veÃa la columna de humo, y por la noche, desde la distancia se veÃa el resplandor y se intuÃa la lava. Pero me quedé con las ganas de tener una experiencia más cercana. A seguir intentándolo.

Durante unos dÃas se me unió Barrie, un británico que lleva 11 años deambulando por el mundo, y juntos bajamos hasta el valle de Waipio, un bosque tropical medio sagrado, donde la fruta (aguacates, papayas, cocos, mangos…) crece sola y salvaje . Encontramos el manantial de agua más rico en minerales y energético (se filtra directamente desde el volcán) que he probado nunca. Otro dÃa estuvimos en Kiholo, una bahia apartada donde las tortugas salen tranquilas a tomar el sol, momento que aprovechamos para echarnos unos selfies con ellas.

No estuvo nada mal Hawaii.
