Laos tiene el encanto de un paÃs rural, relajado y sencillo.
Entré por la capital, Vientiane, que tiene más un carácter de pueblo. Por alguna de esas razones misteriosas, incluso para Mulder y Scully, el eje Vientiane–Vang Vieng– Luang Prabang se ha convertido en La Meca del turista adolescente y hormonalmente inestable (vamos, que esta plagado de guiris cuyo único interés consiste en emborracharse, comerse unas pirulas y con suerte, pillar). Me siento como un abuelo al decir esto, pero es un espectáculo bochornoso y completamente irrespetuoso con las tradiciones locales. Una lástima, porque estoy seguro que estos 3 lugares fueron, en algun momento, encantadores.
Las experiencias más positivas comenzaron en cuanto me alejé de esos centros turÃsticos. Nong Khiaw y Muang Ngoi Neua son unas aldeas construidas entre colinas kársticas espectaculares a orillas del rio, el cual constituye todavÃa hoy un papel principal en sus quehaceres diarios: pescan, se bañan, lavan la ropa, juegan y muchas veces es la única vÃa de acceso hasta aldeas más remotas. Hice varias caminatas a comunidades rurales y aisladas donde comunicarse con los locales se convertÃa en todo un desafÃo, divertido, muy entrañable, y a todos los efectos, meritorio.
Opté por el camino «alternativo» para descender hacia el sur, y conseguà hacer uno de esos trayectos memorables que sin lugar a dudas han marcado un referente en cuanto al significado de la palabra Aventura se refiere (luego te cuento). Pasé por Phonsavan y comencé a ponerme en forma con la bicicleta (80 Km) para visitar cientos de jarras de piedra del tamaño de una persona, y que tienen un origen y una utilidad totalmente desconocidas.
Atravesé en barca el rio subterráneo más largo del mundo en Kong Lor (la oscuridad del lugar, y la tranquilidad del agua le confieren cierto halo de entrada a un submundo secreto). Explorando los alrededores de Tha Khaek, encontré, por casualidad, una cueva donde además de las estalacticas, habÃa un altar con budas tallados en madera, y una laguna iluminada de forma natural por un agujero en la roca. Un rinconcito ideal para meditar. Savannakhet me dejó saborear parte del legado francés en sus casas coloniales, bocatas de paté, café intenso y paseos junto al Mekong.
Después de tanto correr de un lado para otro, encontré mi lugar de reposo en Tad Lo, una aldea junto a una cascada, donde cada atardecer se bañaban los locales y un par de elefantes. Conseguà un bungalow excepcional, con terracita, cama enorme y vistas al rio y a la puesta de sol. A parte de cafés y crepes de plátano, también me zampé 3 libros enteritos. Aún tuve tiempo de visitar Champasak, el único templo de la época de Angkor que queda en Laos, y que volvió a sorprenderme con detalles nuevo e inesperados (el perfil de un cocodrilo vaciado en una roca). Me encantan las ruinas!
En definitiva, otro lugar formidable, humilde, amable y con muchas opciones para sentirse un aventurero (cuevas, rio, senderismo, cascadas, ciudades coloniales, templos… y la BeerLao)
Saludos, Paco desde Kumai
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