Aunque generalmente pongamos en el mismo saco a los paÃses bálticos, en realidad las diferencias son palpables: el idioma es completamente diferente, distinta moneda, el nivel de desarrollo (Letonia parece la más pobre de los 3) y como han superado la ocupación soviética (en Letonia mucha gente sigue aún hablando ruso).
Entré al paÃs haciendo varias escalas con autobuses locales y llegue hasta Sigulda, situado en un parque nacional que atraviesa el rÃo Gauja, entre valles de pinos cubiertos de nieve y castillos (la mayorÃa en ruinas).
Buscaba paz y tranquilidad después de 3 dÃas de fiesta en Tartu (Estonia) y habÃa localizado por internet un hostal en medio de la nada donde me podÃa quedar. En la oficina de turismo me pusieron cara rara, pero muy amablemente llamaron al sitio y me hicieron una ‘reserva’. Al llegar al lugar en cuestión me descolocó un poco que no tuviese ningún tipo de cartel o letrero: era un antiguo palacio pintado de amarillo pastel desconchado con columnas enormes, jardines y de cierto encanto, pero sin mucha pinta de albergue.
En cuanto cruce la puerta comprendà la situación: enfermeras con bata blanca, viejetes chiflados por los pasillos, escaleras enrejadas, olor a rancio. Ni más ni menos que un psiquiátrico. ParecÃa sacado de una pelÃcula de la posguerra civil española. No hace falta que os diga que era el único huésped «normal» (aunque esto no lo tengo ya tan claro). Esa noche, además de un silencio absoluto y una oscuridad similar, habÃa luna llena que iluminaba mi cuarto desolado. ¡A las nueve ya estaba en la cama… acojonaito!
Y de la naturaleza a la urbe. La capital, Riga, tiene un casco histórico menos evocador que Tallin, pero gracias a un tour independiente descubrà algunos rincones únicos con bastante encanto: el mercado, instalado en los antiguos hangares para zeppelines; un mercadillo ruso lleno de personajes extraños y sospechosos de cualquier fechorÃa; el barrio con mayor concentración de edificios de Art Nouveau, diseñados en su mayorÃa por M. Eizensten (padre del director del «Acorazado Potenkim»); y un antiguo muelle ruso hoy decorado con graffitis y stencil, que según me contaron es el lugar de moda para raves y fiestas selectas.
Otro descubrimiento interesante, y mi dieta básica durante mi estancia en Riga, son los Pelmeni, una pasta con forma de media luna que puede estar rellena de casi todo. Mis favoritos los de queso, que además están fritos en lugar de cocidos. Y lo mejor es que una ración de persona mayor solo cuesta unos 2 euros.
Me dejo muchas cosas en la recamara: la playa tranquila y sin fin de Jurmala, la hospitalidad de Gita que me acogió 5 dÃas y me mostró el lado más humano y dulce de Riga. PaÃs muy recomendable.
Saludos
PacoAlbum de Fotos de Letonia en Flickr