La guÃa lo ponÃa bien clarito: «Ni se te ocurra, carretera en estado deplorable». Pero yo pensé, si estos, los que escriben la guÃa,  la mitad de las veces ni siquiera han estado en el sitio. Seguro que tampoco es tan mala. Ahora mira tú por donde que esta vez no se equivocaron… Fué un viaje memorable, de esos que apenas quedan, incluso en estas rincones del mundo.
Yo querÃa descender hacia el sur de Laos, pero sin volver a pasar 2 veces por el mismo sitio. En el mapa habÃa una carretera pintada (ya te aviso que el que hizo el mapa debió ser algun visionario) que transcurrÃa de Nong Khiaw a Paksan, pasando por Nam Noem y Phonsavan, asà que decidà que era posible.
El primer trayecto ya tuvo su miga. 8 horitas en minibus por carreteras de montaña, serpenteando colinas arriba y abajo, atravesando a ratos la jungla densa y a ratos aldeas pobres. Fué un recorrido encantador, por parajes muy auténticos y aún salvajes. La gracia iba llegar al final.
De noche cerrada ya, el bus me dejó en un cruce, completamente a oscuras (no habia electricidad en esa aldea). Tras el desconcierto inicial conseguà entender lo que me decÃan: que justo aquello delante de mis narices era una casa de huéspedes. Aquello prometÃa ser muy muy básico. Un tio con una linterna me hizo pasar. Efectivamente la «habitación» es para verla y salir corriendo (pero a dónde?): en una especie de barracón hecho de tablones de madera irregulares y mal insertados y tierra en el suelo, habÃan colocado varias paredes que no llegaban al techo, entre las cuales habÃa un camastro casero, también de madera, minúsculo (yo no cabÃa estirado), con clavos oxidados y un colchón roido No tuve otra que compartir un colchón roÃdo hecho de retales con las pulgas, chinches, cucarachas y ratas del barracón. hecho de trozos de tela (del espesor de un billete nuevo). TendrÃa que haberles pedido un descuento por tener que compartir la cama con pulgas, chinches, cucarachas y ratas (el susto fue pequeño al escuchar un ruido, encender la linterna y ver dos ojitos rojos inmóviles a mis pies). Aunque hacia frio, decidà no sacar el saco de dormir, sobre todo para no tener que quemarlo al dÃa siguiente. Sobre las 5 de la manaña, aún de noche, decidà que no podÃa más, y me estuve dando paseos hasta que se hizo de dÃa.
Llegué hasta Phonsavan a dedo, y de cabeza me metà en la ducha, frotando con tanta energÃa que acabé dolorido. Allà descansé un par de dÃas antes de continuar hacia Paksan. Presentà que todavÃa iba a necesitar todas las fuerzas que pudiese recuperar.
Y asi fué. El viaje es bien sencillo de explicar: No hay carretera (aunque como os digo, sà que aparece marcada en el mapa). Hay tramos donde la están construyendo, pero otros es simplemente un sendero a traves de la jungla, con precipicios pegados a las ruedas y barro para hacerla aun más interesante. El autobus amarillo, uno de esos antiguos de colegio americano, con las esquinas redondeadas, estaba completamente tuneado con asientos, cada uno de un vehÃculo distinto, vigas de madera para sostener el techo y repleto de personajes rurales (no faltaban los sacos de arroz y un par de gallos). Un par de veces tuvimos que esperar a que las apisonadoras allanaran el terreno para poder pasar, aunque te prometo que yo pensaba que aquello no lo arreglaba ni Mcgiver. El motor sufrÃa en las subidas, asà que el conductor aprovechaba al cruzar los rios (olvÃdate de puentes, directamente a través del cauce), donde se detenÃa para enfriar los bajos.
La guinda fué cuando en uno de esos pasos, en lugar de continuar hacia la otra orilla, el bus siguió rio arriba… por el rio!. Fueron otras 14 horas memorables.
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