Ahora que ya han transcurrido varios meses, sé que mi experiencia PERDIDO en el Amazonas (y no es una forma de hablar, es literal…perdido de verdad) ha pasado a convertirse en una aventura de tintes épicos en mi memoria. Desde luego no fué asà mientras aún andaba intentando sobrevivir en la selva, ni los dÃas posteriores todavÃa en estado de shock.

Porque seamos sinceros, ¿Quién no ha dicho o pensado alguna vez que le gustarÃa perderse y desaparecer por completo, al menos durante unos dÃas? Yo, que he tenido la oportunidad de vivir esta experiencia (era algo que ansiaba), te confirmo que una cosa es decirlo, y otra hacerlo.

Sin saber muy bien en qué me estaba metiendo, acabé (o mejor dicho, conseguÃ), perdido en la selva del Amazonas Boliviano. Se dice rápido, pero fueron 3 dÃas bien intensos. Y 2 de ellos perdido.

No iba solo. Me considero intrépido, pero no estúpido. No hubiese sobrevivido 1 hora en la selva de adentrarme yo solo. Estamos hablando de un bosque primario y milenario (dentro del parque nacional Madidi), una zona densa, húmeda, alejada y aislada entre rios color chocolate que ha permanecido casi virgen, sin asentamientos, ni senderos y sin locales explotando los valiosos recursos naturales (maderas exóticas, aves únicas, pieles de animales…). Uno de esos escasos lugares donde la naturaleza sigue imponiendo su ley salvaje.

Asà que fuà con Orlando, un indÃgena de 29 años, que sà sabÃa cómo sobrevivir en la selva. Nuestro equipaje era bien ligero: una mosquitera, velas y un machete. VestÃamos botas de goma, pantalones largos, y una sudadera fina. Y eso era todo. No llevábamos más.

A sólo 4 horitas en barca de Rurrenabaque iba a empezar mi particular odisea.