Y la pregunta del millón de dólares es: ¿Qué está pasando de verdad en Venezuela? Pues la verdad la desconozco, pero te voy a contar lo que yo me encontré: tras casi 18 años desde el comienzo del experimento socialista de Hugo Chávez, el paÃs vive sus horas más bajas.

Lo primero y lo más grave que noté, con respecto a mi visita anterior 13 años atrás, es que la gente ha perdido la alegrÃa y se ha vuelto desconfiada. Estamos hablando de Venezuela, un paÃs latino y caribeño, con algunos de los especÃmenes humanos más bellos del planeta. Es para que estuviesen todos los dÃas de carnaval. En cambio, la situación actual los hace temerosos y reservados.
Y es que el mayor peligro de Venezuela no es la violencia como podemos pensar desde fuera (pese a que Caracas sea la primera ciudad del mundo en número de asesinatos por habitante – el resto de cudades es más tranquilo). Lo peor, de largo, son los militares y la policia, fiel reflejo de un sistema corrupto, ineficaz y represivo a partes iguales. Recuerdo que la tensión se podÃa cortar en cada uno de los muchos controles que tenÃan que atravesar los buses que tomaba. Era como cuando aparecÃa Hans Landa, el coronel nazi de la SS de la pelÃcula de Tarantino Malditos Bastardos… PresentÃas que algo malo podÃa pasar.

Yo que estoy bendecido por fuerzas supraterrenales no tuve ningún problema, pero sà que conocà a un par de viajeros, y eso que apenas habÃamos unos pocos, que habÃan sido literalmente asaltados por la policia.
La situación polÃtica inestable ha provocado que la moneda local (el bolivar) no valga nada. Papel mojado. Todos quieren comprar dólares. La devaluación es constante y diarÃa. Incluso yo veÃa las subidas de precio de una semana a la siguiente en cosas tan banales como el desayuno o la colada (con incrementos de un 150%).

Las expropiaciones (el gobierno las llama nacionalizaciones) y la corrupción polÃtica han conseguido aniquilar en todos estos años el tejido industrial del paÃs. La mayorÃa de empresas han sido desmontadas y vendidas a piezas una vez que han pasado a manos del estado. Y a las que quedan no les sale rentable producir a los precios irrisorios que exige el gobierno.
Asà no es extraño que tengan problemas de abastecimiento. El gobierno, en otro giro populista, subsidia una canasta o cesta de productos básicos que se venden a precios ridÃculos en supermercados estatales. Es ahà donde surgen las tan mencionadas colas. La gente, el dÃa que les toca, acuden al super, hacen colas interminables y compran el máximo permitido…de lo que haya.

Pese a lo anómalo de la situación del paÃs, la gente no pasa hambre, ni tampoco muchas necesidades. El venezolano ha aprendido a salir adelante, a sobrevivir, buscando y encontrando las grietas y resquicios de un sistema que se desmorona. Si no hay papel higiénico, pues usan rollos de cocina cortados por la mitad. Si no hay pañales, los fabrican de tela. Si se estropea el coche, se hacen milagros para repararlos. Se falsifican facturas para cobrar ayudas del gobierno. Compran dólares al estado a precio oficial (unos 10 bolivares por 1 dólar) y los revenden en la calle por 850 bolivares (un beneficio cercano al 1000%). La lista es interminable.
Asà và las cosas. Y asà te las he contado.
