La idea, hasta donde soy capaz de recordar, siempre habÃa estado ahÃ, en la lista «mental» de sitios que siempre he querido visitar. Rapa Nui o isla de Pascua (aunque este último es el nombre dado por los colonizadores y nada apreciado por los locales), es uno de esos lugares que habitan en la psique colectiva, alimentando nuestra imaginación con dosis de misterio y fantasÃas de civilizaciones desaparecidas a partes iguales. Todos hemos visto alguna foto de los moais, esos monolÃtos colosales tallados como cabezas humanas. Y si no aquà tienes una…

Y es que Rapa Nui es uno de los lugares más aislados del planeta: una sola isla, pequeñita (se puede recorrer en bici tranquilamente en un dÃa), en mitad del océano y a 5 horas en avión de cualquier otro lugar habitado.

Esto hace, si cabe, aún más sorprendente que una civilización, descendientes de Polinesios, fuese capaz de tallar, transportar y erigir monolitos que pesan toneladas, sólo con herramientas artesanales, sin animales y usando únicamente las técnicas desarrolladas por ellos mismos.

Por favor, no quiero oir a nadie ni pensar que los alienÃgenas tuvieron algo que ver aquÃ. Como decÃa el guÃa del museo del oro de Bogotá, esto lo construyeron con mucho trabajo y esfuerzo. Punto. No seamos ceporros y metamos en la ecuación a los extraterrestres (digo yo que si llegan seres inteligentes de otro planeta a una isla del PacÃfico, no tienen otra cosa que hacer que ponerse a sudar la gota gorda esculpiendo estatuas de piedra).

Y ya puestos en aclarar, te confirmo que NO, no tienen los pies enterrados bajo tierra (eso es una noticia falsa de internet).

Lo cierto es que los moais son imponentes, con ese perfil fuerte, rocoso, labios estilizados y pómulos bien marcados. La serenidad que reflejan contrasta con el paisaje volcánico que los rodea y con las olas rompiendo en acantilados salvajes a sus espaldas.

Los moais están por toda la isla (hay unos 800), y la mayorÃa continúan tumbados y en ruinas (todos estaban asà cuando cuando llegaron los colonizadores). Solo unos pocos han sido puestos en pie (restaurar y mover esas piedras enormes cuesta una barbaridad, incluso hoy en dÃa con maquinaria moderna) con lo que uno puede jugar a ser explorador, salir a caminar por la isla e ir descubriendo esculturas sepultadas por rocas, o en cuevas con salida al mar, en cráteres, o incluso a medio hacer en la cantera.

Y para cerrar el dÃa tras una jornada de exploración intensa. ImagÃnate sentado sobre la hierba, con una copa de vino (no hay que olvidar que estamos en Chile), y disfrutando, tarde tras tarde, de puestas de sol simplemente espectaculares, que dibujan los perfiles de los Moais, con cielos limpios de polución salpicados de nubes que van cambiando de tonalidad y con el mar bravo y la brisa de fondo.

Rapa Nui está lejos y aislado, pero el esfuerzo de llegar hasta allà y de cumplir un sueño merecen la pena con creces.
