Rumania ha sido otra de esas gratas sorpresas, nada que ver con la imagen negativa que han podido adquirir en España. Es un paÃs seguro, bien comunicado, de gente amable y con muchÃsimos lugares únicos que bien merecen una visita.
Entre desde Moldavia y llegue a Suceava, que es el pueblo mejor situado para conocer los monasterios pintados de Bucovina. Estos tienen todos una iglesia pintada hasta en el último rincón posible, incluyendo altar, repisas de las ventanas, muros exteriores, puertas…

Desde allà tome un tren regional de esos que hacen 160km en 11 horitas; eso si, de sobra recompensadas por uno de los paisajes rurales mas bellos e intactos que aun sobreviven en Europa. Maramures, asà se llama a esta región del Norte, es en efecto un viaje en el tiempo a través de colinas verdes de pinos, aldeas de casas de madera y singular, campos de cultivo de cereales donde aun se utilizan los caballos y los bueyes, campesinos felices y orgullosos de sus tradiciones, rebaños, valles salpicados de balas de paja… No creo que exista mejor cura para sentirse a gusto y recuperar la tranquilidad.
Allà fui “adoptado” un par de dÃas por Michaela y Ovidio, una pareja joven de rumanos que me hicieron visitar varias iglesias y aldeas, monasterios paradisÃacos como el de Barsana o el cementerio de la felicidad en Sapanta.
Desde Maramures a Transilvania (que significa “Encima del bosque”) y que ocupa toda la parte central de Rumania. Lamento si alguien se siente decepcionado, pero Drácula sólo existe en la mente literaria de Bram Stoker. Lo mas parecido que Rumania jamás tuvo fue a un prÃncipe llamado Vlad Tepes “El Empalador”, que pacificó la región a base de sacrificar turcos por el doloroso método (si, lo has acertado) de empalamiento.
Transilvania aun transpira ese toque de estilo y elegancia que dejaron los Sajones: pueblos como Sibiu, Sighisoara o Brasov, con un casco antiguo de fachadas planas escalonadas y tonos pastel, calles empedradas y plazas vigiladas por catedrales y el ayuntamiento; o los castillos de princesas y soldados de Bran o Rasnov.
Además en esta región existen al menos unas 50 iglesias fortificadas, estratégicamente situadas en lo alto de colinas, con vistas impresionantes, y lo mejor, de difÃcil acceso. Para llegar a Cisnadiora,
tuve que hacer dedo hasta una aldea perdida y localizar a la guarda llaves en su casa (una señora mayor rechoncha) que me entregó, precisamente, las llaves. Me sentà como un auténtico explorador que tras escalar la colina en solitario, abre por primera vez la fortaleza y después la iglesia, accediendo a tesoros ocultos que nadie ha visto antes (la realidad fué que lo único que encontré fueron unos calzoncillos colgados en un arbusto, pero una cosa no quita la otra).
Desde el Centro hasta Bucarest, donde Ceausescu (dictador durante casi 25 años), sigue estando presente. Construyó el palacio del pueblo, que es el segundo edificio más grande del mundo y un imborrable recuerdo del periodo comunista y de la decadencia a la que sumió a Rumania (aislado en medio de la nada, los jardines están completamente abandonados, contribuyendo a ese aspecto decrépito). A parte, una gran capital, calurosa, sucia y donde los perros rabiosos son el verdadero terror de las calles.
Mi aventura por Rumania no pudo terminar mejor. Acampando en el jardÃn de la iglesia en Maliuc, aldea en el Delta del Danubio, en la que solamente habÃa una tienda/bar, un párroco y pescadores borrachos. Uno de ellos me llevó en su barca a dar una vuelta por los canales y lagos que forman el delta, donde las aves son las únicas que alteran el silencio y la paz de un paisaje absolutamente maravilloso.
Saludos desde Sarajevo
Paco
Album de Fotos de Rumania en Flickr