Qué tal todo?
Espero que algo menos de frio que por asia (hace tiempo que no disfruto temperaturas positivas), aunque la hospitalidad de la gente, que sigue superando todas mis expectativas, hacen que el tiempo sea un factor completamente secundario.
Lo leà en la guÃa, y tuve la suerte de comprobar que era verdad. Lo más complicado con respecto a Rusia es obtener el visado. A partir de ahÃ, todo han sido experiencias fantásticas. Hasta cuando un policia me pidió la documentación a la salida de la plaza roja de Moscú fue agrabable: le enseñé una fotocopia y le dije que era «Spanski», a lo que me respondió con una palmadita en el hombro como diciendo «anda tira chaval».
Mi comienzo no pudo ser mejor. La primera noche en San Petersburgo conocà a Viktor, un ruso de unos 40 que sin hablar una palabra de inglés consiguió que pasasemos un par de horitas discutiendo amenamente de todo un poco (es increible lo que puede dar de si un boli, un papel para dibujar y dosis ilimitadas de buena voluntad). Esa misma noche fui «interrogado» por 5 trabajadores Uzbekistanos sobre la situación económica de España (sabÃas que Samarkanda esta en este paÃs?). Adorables.
Moscú fue similar. Me encontré con 2 personas extraordinarias que he conocido durante mis viajes. Alberto, diplomático italiano que ha viajado por todo el mundo (varias veces!!) y Liutauras, ruso de nacimiento, que esta ultimando 3 libros (entre ellos su autobiografÃa). Con gente tan interesante, mis ganas de seguir aprendiendo solo pueden adquirir más convicción. Ademas, Alex, el propietario de la casa de huéspedes donde me quedaba, me ofreció quedarme a cargo del lugar durante una semana mientras el bajaba a Ucrania. Sonaba tentador, pero no caÃ, ilusionado con seguir disfrutando la experiencia del tren.
El tren que atraviesa Rusia (el famoso Transiberiano, más de 6000 km hasta Mongolia, unas 100 horas y 130 euros) es efectivamente parte de la diversión. Los billetes se compran por trayectos, y la clase más barata (plaskart), que además es la mas entretenida, consiste en un compartimento abierto de 6 camas, en vagones de hasta 50 personas. En tales condiciones el contacto con los locales es inevitable. Uno de los trayectos mi vagón estaba principalmente ocupado por un regimiento de jóvenes soldados rusos (todos en forma envidiable, pelo rapado al milÃmetro, uniformes idénticos), y allà estaba yo, centro de su curiosidad, intentando responder a sus preguntas. La mayorÃa no tendrán nunca oportunidad de salir del paÃs (como no sea para invadir otro) y por eso creo que valoran tanto el encuentro con un extranjero.
Me ocurrió un par de veces que conocà a gente en el tren (nocturnos en su mayorÃa), y que al dÃa siguiente se «ocupaban» de mà (casi dirÃa que me cuidaban): Natasha me dejó ducharme en su casa y me hizo de guÃa en su ciudad; Andrei me invitó a desayunar, comer y cenar con su familia e incluso me regaló su reloj (al cual ahora le tengo bastante apego). Con gente asà viajar es todo un placer. Y sinceramente no creo que sean casos aislados. Quizás algo frÃos al principio, roto el hielo (a base de sonrisas, cerveza y vodka) son todo bondad y corazón.
Esta fué mi ruta en tren. De San Petersburgo, donde me dà un atracón de cultura en el Hermitage (7 horas sin descanso; ni para mear), a Moscú.
De allà a Kazan (sorprendentemente musulmana, con una mezquita enorme), y luego Tomsk, con sus casas pintorescas de madera que se caen a pedazos, tÃpicas en toda la región siberiana. Otro alto en el camino en la industrial y gris Krasnoyark y finalmente Irkutsk, punto de partida para visitar el lago Baikal (el más profundo del mundo), todo un remanso de tranquilidad, naturaleza y costumbres chamánicas.
Mi llegada al lago fué por la puerta grande. Me recogió (hacÃa yo dedo) una pareja de mediana edad que parecÃan amantes disfrutando de una escapadita, y en la primera colina mÃstica se detuvieron y nos metimos tres vasazos tres de Vodka para honrar a los espÃritus. Al ruso también lo pusieron contento y en una muestra de gallardÃa se metió por un camino de cabras hasta un precipicio al final de un cabo. A todo esto, en el coche llevaba una pantallita conectada a un DVD-karaoke, con lo que ahà nos tienes a los 3 cantando en ruso y atravesando lugares mágicos. Cualquiera se lo explica a la guardia civil.
Perdido en el bosque del lago con Owen (británico que lleva 3 años viajando… hagan sus apuestas señores!) nos encontramos con cráneos de animales, pilas de rocas, ramas extrañas y pañuelos atados a los árboles. Igualito que en la pelÃcula «el proyecto de la bruja de Blair». Cuenta además una de las leyendas locales, que un baño en el lago otorga 25 años extra de vida. Orgulloso te comunico, que aunque el agua estuviese a punto de congelarse (3 grados medidos con termómetro) y el viento cortase la piel a tiras, conseguà mis 25 añitos adicionales, obviamente, para seguir viajando.
Fabulosa Rusia. Y maravillosos los rusos.
Saludos desde Pingyao (China central)
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